Las buenas palabras de Von der Leyen no convencen a la agricultura mediterránea. Aquí estamos escarmentados desde hace tiempo y no nos hará cambiar de opinión mientras su declaración de intenciones no se traduzca en reciprocidad con las importaciones de países terceros, reequilibrio de la cadena de valor, soluciones eficaces para combatir las plagas y enfermedades, una apuesta clara por la biotecnología y políticas hídricas, entre otros asuntos de inaplazable aplicación.
En el Gobierno español ni siquiera se han planteado una mínima rectificación, pese al rechazo del voto rural hacia los grupos políticos que menosprecian al campo. Jaleado por el ecologismo radical, con Teresa Ribera a la cabeza, el ejecutivo sigue de brazos cruzados ante la superpoblación descontrolada de fauna salvaje, dejando que las plagas nos coman y criminalizando los regadíos, incluso queriendo derruir presas. La gestión del agua no se puede improvisar. Las últimas lluvias son bienvenidas, muy buenas salvo en aquellas zonas donde cayó acompañada de pedrisco, pero resultan claramente insuficientes para acabar con la extraordinaria sequía.
A nuestra petición de convocar una mesa de la sequía, el Ministerio contesta que no hace falta, pues ya ve los datos y ya aprobó en 2023 medidas de apoyo. Pero, además de que esas medidas no fueron bastante, lo que necesitamos es apoyo para las pérdidas de la sequía de 2024. El Gobierno debe comprender que los campos cultivados del Mediterráneo son la frontera verde que frena el desierto en Europa, la diferencia entre un territorio verde o marrón.
La nueva Conselleria de Agricultura ha empezado suministrando agua a los ganaderos para detener el sacrificio de animales, atendiendo así la reivindicación más urgente de AVA-ASAJA. Sólo con diálogo, sensibilidad y recursos, la clase política estará en condiciones de defender verdaderamente al sector agrario.