Un voto agrario de castigo

En un escenario político donde las noticias aparecen y desaparecen en un abrir y cerrar de ojos, me gustaría detenerme a reflexionar sobre las importantes repercusiones que está teniendo la tendencia del voto agrario europeo. El que fuera ministro de Agricultura, Jaime Lamo de Espinosa, titula un artículo así: ‘Los agricultores protestan con su voto contra sus gobiernos’ y la verdad es que, repasando los resultados de los últimos comicios, no va nada desencaminado.

Las elecciones para designar a los europarlamentarios dieron un primer varapalo a aquellos grupos que desprecian las reivindicaciones del mundo rural, especialmente a los Verdes que perdieron presencia tanto en varios países como en el cómputo continental. Ursula Von der Leyen logró mantener la presidencia tras haberse sentado a negociar con el COPA-COGECA y comprometerse a rectificar algunos temas como la reducción de burocracia, el acuerdo comercial con Mercosur o la protección del lobo.

En Francia, un país con un claro dominio rural, el voto de los agricultores y ganaderos renegaron definitivamente de la izquierda socialista y ecologista, así como de Macron, para apoyar partidos conservadores. Tal como aprecia Lamo de Espinosa, los franceses se mostraron a favor de “volver al orden, a la seguridad y a una política agraria que haga rentables los campos de Francia. Ellos creen estar olvidados y abandonados por los políticos y las autoridades”.

También en el Reino Unido el voto rural contribuyó al hundimiento de los tories. Razona Lamo de Espinosa que quizás el sector culpó a los gobiernos recientes de “las malas consecuencias” que comportó el Brexit (perdieron 2.400 millones de libras) y de las insuficientes compensaciones que representaron el nuevo sistema de incentivos medioambientales: “La transición desde la vieja PAC a los nuevos subsidios se ve con escepticismo. Y puede que sufran por una menor producción de alimentos”, afirma.

Así que los políticos españoles ya pueden tomar buena nota. El voto del medio agrario y rural en general ya ha empezado a decir en las urnas que no está dispuesto a que sus gobernantes les tiren a la calle. Y no hará más que radicalizarse si los partidos políticos no demuestran con hechos una defensa real del sector. Estamos a punto de entrar en un punto de no retorno, con una de cada cinco hectáreas abandonadas, una falta de trabajadores y un casi ya imposible relevo generacional. Sobran evidencias de que las actuales políticas agrarias son un fracaso que perjudican no sólo a los productores, sino también a los consumidores. Que ningún gobierno se sorprenda luego y nos culpe de radicalización si no atiende nuestras demandas.

 

 

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